Aethēr

-¡No vayas es peligroso!

Las palabras de su esposa se perdían en el aire y en el tiempo. Miró atrás pero solo distinguía los torbellinos de energía radiante y los bucles del espacio curvándose en todas las direcciones que él podía percibir y muchas otras que solo podía pensar.

Había dado el salto, cruzado la puerta atravesando el tejido mismo de la realidad para buscar una sola cosa: Respuestas.

Los Mecano-magos habían dado hace tiempo con la forma de percibir el Éter y no solo eso. Tras años de estudios y experimentos habían logrado rasgarlo, abrir una fisura a través de la Quintaesencia.

Lo que vieron al mirar a través del velo los espanto y cuando notaron que la fisura comenzaba a expandirse mas allá de los límites del portal que habían construido para contenerlo los invadió el pánico. Abandonaron la torre y arrojaron tanta piedra sobre el portal como para construir un castillo, borraron sus registros y se dispersaron para vivir atormentados por sus miedos hasta el día de su muerte.

“¿Que pudo ser tan terrible?”

El Éter: el aire de los dioses, la sustancia sobre el cielo, el fluido universal ¿Qué existía mas allá que había hecho huir a los Mecano-magos con solo mirar al otro lado?

Volteo hacia el frente, entre la vorágine de luz y formas, en el fondo un oscuro punto comenzaba a crecer.

El tiempo parecía no fluir pero sentía como si llevara días cayendo en un pozo, la oscuridad al final del túnel se acrecentaba y una aprensión comenzaba a crecer en su corazón. Tendió una mano a su espalda, la mochila que le parecía tan pesada cuando estaba de pie en las ruinas de la torre, frente al portal, ahora parecía inexistente, incluso él mismo parecía diluido, incorpóreo.

Su mente comenzó a hundirse en funestos pensamientos la aprensión se convertía en temor con cada latido de su corazón y la oscuridad se le venía encima como un muro. Pero lo más turbador no era eso, era el ruido: profundo, siniestro, desgarrador. como nada que se haya escuchado en el mundo desde que el sol brilla y los mundos giran a su alrededor.

Atroz y omnipresente el clamor que venía de la oscuridad crecía y hacia vibrar las cuerdas con que se tejía la realidad.

-El miedo me invade, pero vine aquí impulsado por algo mas fuerte ¡quiero saber!

El grito del hombre se perdió en el vacío, pero fue escuchado, la decisión estaba tomada.

Si su espíritu humano es tan fuerte, él habrá de saber

La oscuridad se cerró a su alrededor; impenetrable, infinita, pero no estaba vacía.

Formas enormes se presentían en el abismo, criaturas o creadores infaustos alimentando odios e ira durante eones y el ruido de millones de voces desgarradas lo llenaba todo.

Sintió que la oscuridad lo aprisionaba con una solidez mortal y el destello de una mirada inhumana, los ojos de una cosa que no debió ser jamás le hizo comprender.

La historia de millones de mundos le fue revelada, la agonía de la creación completa le estrujó el alma dejándolo al borde de la locura más completa y la certeza de que moriría disipó sus dudas.

Había cruzado el portal, había visto y entendido. Halló la respuesta que buscaba y ahora debía actuar en consecuencia.

Llevó la mano a su espalda y tomó el detonador, en la vasta oscuridad de la muerte un último recuerdo vino a sus ojos inservibles: su esposa, su rostro dulce y sus cabellos dorados. Cerró los ojos y activó el dispositivo.

Por un instante infinito el Tártaro se llenó de luz y calor como si mil estrellas hubieran aparecido en un segundo. Los alaridos cesaron todo fue silencio y luego las sombras del vacío.

Nuestro error ya no es más, el muro ya no es necesario

Si, el mundo puede existir sin el

Las palabras sonaron como un susurro que solo hicieron eco entre las hojas de los árboles y que solo los moribundos comprendieron: el Éter no sería más.