Paradoja


Pedro y Jorge caminaban por el camino. Era bien entrada la madrugada y el carrete había terminado llevándose consigo todo su presupuesto y los dos jóvenes debían viajar de un pueblo a otro para regresar a sus casas.
De pronto en la neblina se escucho el sonido de un motor, una camioneta se acercaba, destartalada y vieja. Ellos se voltearon e hicieron la universal seña para pedir que los lleven.
La camioneta hizo una señal con las luces y se detuvo algunos metros delante de ellos. Se alegraron de su suerte y corrieron para subir.

El conductor era un hombre de unos sesenta años, con el pelo canoso y una barba de pocos días. A su lado, en el asiento del copiloto, había otro hombre de más o menos la misma edad pero con un grueso bigote y menos canas que buscaba algo de música en la radio.
-Gracias por llevarnos, hace media hora que estamos caminando-dijo Jorge.
-De nada, suban no mas-respondió el conductor en tono divertido.
Puso en marcha el vehículo y partieron. La neblina estaba esa noche anormalmente espesa para esa época del año y apenas dejaba ver algunos metros delante del camino por lo que conducía muy despacio.
Entonces el hombre del asiento del copiloto pareció encontrar una canción de su agrado en la radio.
-Esa es una de mis favoritas-dijo Pedro buscando conversación.
-La mía también -respondió el hombre, es raro que esta música le guste a los jóvenes.
Jorge pensó que ese comentario era extraño, pues aunque la canción no era nueva tampoco era vieja y de hecho era bastante popular. Sin embargo no le dio mayor importancia y no dijo nada.
La camioneta saltaba y se estremecía entera al pasar por los baches del camino sin pavimentar.
-¿y de donde vienen?-pregunto el conductor hablando fuerte para hacerse oír sobre el ruido de la carrocería y el motor.
-Estábamos en una fiesta-respondió Jorge
Y como siguiendo una pauta fijada en los oscuros comienzos del transporte el conductor pregunto:
-¿Y hacia donde van?
Jorge miro hacia el frente.
- A Coronel, acá al lado.
-¡Ha! nosotros también vamos para allá, ¿ustedes viven allí?
-Sí, vivimos en el sector norte, cerca de la playa
-¿Ha sí? Nosotros igual, ¿cierto?- dijo soltando el volante para darle un toque en el brazo al copiloto.
El otro hombre asintió
En ese momento Pedro aparto la mirada de la ventana y trato de distinguir mas del aspecto de los hombres pero las luces de la cabina estaban apagadas y solo podía ver siluetas.
-¿Y en qué población vive usted?-pregunto Pedro
-En la villa Los Volcanes. –respondió el conductor.
Jorge y Pedro se miraron
-Nosotros también vivimos en la villa Los Volcanes.-dijeron.
-Qué casualidad que no nos hayamos visto antes- dijo el hombre en el asiento del copiloto.
-Si pues-dijo Jorge inclinándose hacia adelante para escuchar mejor.
-¿y en que parte de la villa viven ustedes chicos?-pregunto el conductor mientras pasaba forzosamente los cambios.
-A la entrada, cerca del negocio.
No hubo sino terminado de decir esto cuando el chofer detuvo la camioneta en seco, tan de repente que esta se arrastro algunos centímetros sobre el ripio del camino y Jorge casi queda pegado en el asiento del frente.
-¿están webeando, el negocio de Doña Susana?- pregunto sorprendido el conductor.
-sí, la misma-dijo Pedro entre risas.
Los dos hombres viejos se miraron entre si y luego a los dos jóvenes, pero en la penumbra ninguno distinguía más que el brillo de los ojos de los otros.
-Nosotros también vivimos a la entrada de la villa cerca del negocio de Doña Susana. Dijo el conductor.
-¡Ya! ¿en serio?-pregunto Jorge divertido ante tamaña coincidencia.
-Nosotros vivimos en calle Llaima -añadió Pedro.
Los viejos se miraron nuevamente, el conductor trato de encender la luz de la cabina pero esta no encendió. Se quedaron un instante en silencio.
-¿Como se llaman chicos?- pregunto el copiloto.
-Yo soy Pedro Hernández
-Y yo Jorge Acuña- respondieron los jóvenes
Los dos viejos guardaron silencio y se voltearon hacia el frente poniendo en marcha la camioneta. Pedro y Jorge tampoco dijeron nada más pero pensaron que la cosa era muy extraña. Al llegar a un cruce se detuvieron frente a un paradero.
-bajen-dijo el conductor-aquí podrán tomar un taxi.
-Pero creí que ustedes iban por el mismo camino que nosotros-salto Jorge extrañado.
-Más bien al revés- dijo el hombre de al lado en vos baja que los jóvenes no escucharon.
-Bajen por favor y disculpen pero no podemos llevarlos más-insistió el chofer.
-Pero no tenemos plata para el taxi.
El viejo se busco en el bolsillo y saco un billete viejo y arrugado de diez mil pesos-Tomen –dijo entregándoselo a Jorge a quien le pareció que el viejo temblaba y sostenía el billete de una esquina.
-Ok, gracias de todas formas-dijo Jorge.
Se bajaron de la destartalada camioneta y se fueron a parar bajo el paradero.
-Viejos locos de mierda-exclamo Jorge-de adonde que viven en la misma población, no les vi bien la cara pero esa camioneta es inconfundible y no la he visto nunca.- mientras en la mano apretaba el viejo billete.
-Si- secundo Pedro-esa camioneta debe tener como cuarenta años.
Mientras decían esto la camioneta se marchaba con su ruido de latas y fierros viejos.
En ella los dos hombres viejos seguían en silencio, después de un rato la niebla disminuyo y la luz de la cabina se encendió. El conductor estiro el brazo y saco de la guantera una vieja fotografía y se la pasó a su compañero. Este la miro un rato en silencio pasando la mano sobre ella como si de esa forma pudiera captar mejor los detalles.
En la fotografía aparecían él y Jorge cuando este compro su camioneta cuarenta años atrás, una flamante Chevrolet doble cabina estilo clásico del año 2012.
Epilogo.
Cinco años después de que los dos jóvenes regresaran a sus hogares, en una estación de servicio se produjo una explosión que destruyo el local e hizo estallar los cristales de varios edificios a la redonda. Cuando las autoridades y expertos acudieron a investigar lo sucedido no pudieron hallar restos de ningún tipo de explosivo o combustible. Siendo lo más raro de la escena el hecho de que justo en el centro geométrico de la onda expansiva se descubrió un billete de diez mil pesos de extrañas características: parecía estar formado por dos billetes distintos uno más viejo que el otro pero ambos estaban fechados en el mismo año y análisis posteriores determinaron que ambas partes eran idénticas, más bien que el billete era uno solo aunque la mitad parecía ser treinta y cinco años más viejo.

Comentarios

  1. Como va! Muy buen cuento. Lo empecé a leer con cierto relajo pero a medida que iba avanzando me quedé pegado. Las paradojas espacio-tiempo son siempre un tema interesante para tratar. A ti, por lo demás, te quedó bastante bien.

    Saludos!

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  2. muy bueno me gusto el epilogo esta super genial ajajjaajaaj vale por el aporte saludos

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