Es el último día de todo















En la planicie brillante del alba
Donde se cruzan los laberintos imaginados y temidos
Donde se pierde el pensamiento
De mirada perdida y taciturna
Allí donde los dioses pactaron
Su tregua con la realidad
Y cavaron sus tumbas de sueño,
Me encontré parado en el instante
Entre la vigilia y la muerte,
En el amanecer de un día eterno.
Caminé hacia el horizonte
Con dos ojos distintos y enfrentados
Con dos voces ruidosas en disputa
Con la memoria de mil años
Y el recuerdo de un solo momento.
A lo lejos, contra el cielo gris se recorta
La silueta de una ciudad en ruinas
De figura triste y perpetua
Siempre más allá de mis pasos.
Uno de mis ojos ve el espejismo claro y distinto
El otro se engaña e imagina
Un reino de magia y esplendor,
Una voz exclama poesía,
La otra advierte la locura y el error
Y ambas guardan cansancio y agonía.
El tedio del camino, el paisaje que jamás cambia
Aturde.
El sol parece moverse y la luna jamás vista se pierde
En una noche olvidada, mientras un rumor profundo
Surge de la arena infinita.
La tierra tiembla
Y con la última estrella se agitan los dioses
Despiertan y alzan sus cuerpos entumecidos
Es el último día de todo.
Altos como montañas, insondables como el océano
Vastos como el espacio infinito
Se reúnen y hablan con voces que surgen del principio
—Hemos soñado demasiado, hemos descansado.
Es hora de que sigamos nuestro paso a la eternidad                                                                          
 Donde todo es pero nada puede ser.

Comentarios